viernes, 19 de junio de 2009

Alina Benitez Directora de arte

Ileana Guzman Productora General

Making off

El Alabado, agonía de un canto

El Alabado, agonía de un cantoLargometraje documental.

El Alabado, agonía de un canto es un documental sobre un ritual practicado en México, Colombia y otros países latinoamericanos, que encamina en el tránsito a la nueva vida que enfrentan los difuntos, por medio del canto de los Alabados.
El contraste de la realidad global y la de regiones, que de alguna manera se mantienen aisladas de este fenómeno contemporáneo, es posible reflejarlo con la narrativa de este documental. El Alabado captará el ritmo audiovisual de un rito que mantiene alejados de la vida vertiginosa actual a los deudos que guían con su canto a sus difuntos, ellos tienen otra forma de vivir la unión entre los humanos: los une el canto y la redención.
El canto del Alabado es una práctica piadosa que fue introducida por los misioneros españoles después de la conquista a nuestro país y a diferentes puntos geográficos de Latinoamérica. En Jalisco estos rituales se realizan en la zona tequilera. El Alabado fue practicado por los habitantes de la región como símbolo de agradecimiento; en algunas haciendas, por ejemplo, los peones lo entonaban en la madrugada antes y después de las labores cotidianas, esta práctica proliferó igualmente entre los campesinos al término de las cosechas. El caso específico en este documental, tiene lugar en el poblado de Amatitán, Jalisco, uno de los principales municipios de la zona tequilera. El Alabado es un canto que también se escucha en Colombia, en la región del Chocó, para las fiestas de los santos y para los velorios de la gente. Tanto en México como en Colombia, los velorios de adultos son actos muy lúgubres, a diferencia de los velorios de los niños, donde el canto es un símbolo de pureza, más festivo.


“Era de noche, el sonido de las voces roncas y una luz rojiza me fueron guiando hasta llegar a un círculo de gente alrededor de un bulto envuelto en sábanas blancas, el difunto con los pies descubiertos y una anciana tocando la guitarra con la voz quebrada llamaron mi atención. El canto entonado por el Sr. Benjamín Delgado Ramírez y seguido por unas veinte personas que le contestaban cantando me maravillaron. Me dio la impresión de ser una misa católica-indígena, los llantos entonados llenaban el salón abierto de la hacienda con una melancolía y un dolor que sólo la piedad en un canto puede reflejar, me quedé hasta el amanecer. Al platicar con el Sr. Benjamín me platicó la historia y cómo es que de ser un canto popular y cotidiano dentro de la población de la zona tequilera, ya sólo quedaban dos personas que seguían realizándolo. De allí empezó la investigación, directamente con don Benjamín y con la gente de Amatitán, Jalisco. Me encontré con la sorpresa del rechazo a este canto, por no ser como la iglesia católica acostumbra hacer sus velorios, aunque esta tradición es sumamente católica” (Juan Pablo Hermosillo, director).
Cuando hablamos de tradiciones, hablamos de cultura y de todo un proceso que tuvo que pasar para que de ser una práctica común, se torne una tradición cultural, llena de significados que los mismos practicantes le otorgan a algún ritual. Nuestra cultura está llena de estas valiosas tradiciones que no debemos perder. Ciertamente los citadinos, nos olvidamos de la esencia espiritual de estas tradiciones, muchas veces nos encerramos en la rutina de una ciudad influenciada por la globalización, de por sí, nuestras raíces son una mezcla de culturas y se revuelven aún más con el exterior, que de seguro, darán pie a variadas tradiciones que se repetirán hasta que dejen de tener ese significado y se olviden. Las tradiciones empiezan por un hecho y se van deslavando con el paso de los años, hasta que se deshilan y dejan de existir.